Cafés, tenores y hojas secas en verano

Recuerdo que era el 3 de agosto del 2011 y Barcelona ardía. Y lo recuerdo también porque mi hermana Julieta llegaba de visita desde Buenos Aires y yo le había prometido ir a buscarla al aeropuerto. No sé si fue por la emoción o por mi despiste habitual, pero lo cierto es que tomé el tren equivocado y nunca llegué a El Prat. Cuando volví a mi casa en el Raval, afortunadamente ella me esperaba en la puerta con una sonrisa.

Los nervios y la distracción se debían a que acababa de tener una reunión con un cliente nuevo con el encargo más interesante que jamás me habían hecho. Y había que comenzar ya, en pleno agosto. ¡Una locura!

En ese momento, yo llevaba casi un año en paro, luego de haber renunciado a una agencia de publicidad para dedicarme full-time al proyecto que me tenía enamorada desde hacía más de 2 años: PIEL de FOTO. En el fondo sabía que en octubre ya no cobraría más el paro y que tendría que comenzar a trabajar como freelance muy pronto, y si bien me resistía al cambio, hacía ya tiempo que venía flirteando con Nespresso, gracias a una amiga que trabajaba allí, que creía en mí y que había recomendado mis servicios. Aún recuerdo la llamada telefónica y el sudor frío por mi espalada cuando el cliente me explicaba el briefing, los tiempos de entrega y la fecha del lanzamiento de la campaña. Entré en pánico escénico. No sólo hacía un año que no diseñaba más que por placer, sino que era el primer encargo con ese cliente y yo sola no podría asumir la creación de una campaña que incluía, además de varias piezas impresas, un micrositio web ¡y en agosto! Era una gran oportunidad y a la vez ¡era terrorífico!

Luego de soplar en una bolsita para no hiperventilarme, intenté pensar en frío y ponerle el pecho a mi repentina inseguridad. Fue allí cuando recordé a una ex-compañera de la agencia, redactora, quien desde hacía poco tiempo formaba tándem con otra directora de arte. «Ella seguro que podrá asesorarme y, eventualmente, trabajar conmigo», pensé. Y como no tenía mucho que perder, confié en ella y le conté la historia. Entonces nos pusimos inmediatamente manos a la obra: de las piezas impresas me ocuparía yo, de los textos mi colega, de la web su compañera y del concepto las tres juntas. Parecía un buen plan. Y aunque el cliente era mío, nos repartiríamos los honorarios en partes iguales. Todo parecía razonable.

La cuestión fue que, a pesar del pánico inicial, el concepto creativo de la campaña llegó a mi mente de golpe, sin pedir permiso, como un rayo en mitad de la noche. ¡Estaba en éxtasis! Al hilvanar una serie de pensamientos con ideas, que a simple vista parecían caprichosas pero que al final tenían mucho sentido, la propuesta fue tomando forma. El desafío era impulsar el consumo de tres variedades de de café Grand Crus: Fortissio Lungo, Ristretto y Descaffeinato Intenso. Cada café era ideal para un momento diferente del día: mañana, mediodía y noche. Y además, la campaña iba dirigida exclusivamente a los socios Club Nespresso. Tres momentos, tres sabores, tres personalidades. Mi mente —en ese momento no sabía aún por qué— primero voló a las carteleras de los cines, e inmediatamente a la de los teatros. Luego pensé en las fotos gigantes de los actores protagonistas de esa obra. Cada protagonista, un tipo de café. Pero no era suficiente. Le faltaba algo. Entonces, del teatro clásico, casi por arte de magia, llegué al teatro de la Ópera. Y los tres momentos se convirtieron en tres actos, los tres cafés y sus nombres en italiano eran perfectos para representar al tenor, al barítono y al bajo. Los telones rojos, los tapizados de las butacas, ¡todo me vino a la mente a la vez, y encajaba perfectamente con el proyecto! Luego, mi sangre italiana, mi larga estadía en Italia, el amor de mi abuela Ángela por la ópera y la donna è mobile, hicieron el resto.

El concepto fue aprobado por el cliente inmediatamente, y mi alegría y euforia eran enormes. Las piezas gráficas fueron —a su vez— un gran desafío de producción, ya que el tríptico fue impreso en offset con un quinto color (oro) y troquelado. Además, diseñé otras piezas y aprendí mucho. Mientras tanto, mis compañeras se ocuparon de los textos y del diseño de la web junto a un buen grupo de programadores. Fueron tres meses de gran trabajo en equipo y nos pagaron muy bien.

Por esta razón, fue grande la desilusión y la amargura al enterarme unos días después de finalizar el proyecto que mis compañeras habían publicado una nota de prensa online donde ellas y su agencia creativa no solo se adjudicaban todo el mérito del desarrollo del proyecto sino que, además, se jactaban de haber ideado el concepto creativo, mencionándome a mi solo como una colaboradora externa. ¡Vaya morro!. Es verdad que en términos formales ellas tenían montada una empresa y yo aún ni siquiera me había dado de alta como autónoma, pero eso no justificaba que me acuchillaran por la espalda de esa manera. Ante mi indignación, me dijeron que ésas eran las reglas del juego, y aunque prometimos volver a trabajar las tres juntas si el cliente nos volvía a convocar para algo grande, eso nunca jamás sucedió. Yo seguí colaborando en solitario con el cliente un tiempo más con encargos pequeños, pero las campañas grandes, al final, se las quedaron ellas.

Gracias a esta experiencia aprendí a no ser tan ingenua, a confiar más en mí y a ser más estratega; a no regalar mis ideas; que business are business y que la amistad es otra cosa. Y que ser sincera no siempre garpa. Por eso, como el tiempo es sabio y no les guardo rencor, he decidido no mencionarlas en este post. Google ya se encargará del trabajo sucio.

 

BONUS TRACK

Dos días después de aquel 3 de agosto, me encontraba esperando un café en la terraza de un bar de la Rambla del Raval, cuando de repente, una hoja seca se cayó de un árbol y se posó mágicamente sobre mi mano izquierda. Lo inesperado de la situación me inspiró a escribir lo siguiente:

Sumergida aún en sueños, espero en la terraza de un bar.
Antes de que llegue el café, una hoja seca se posa sobre mi mano izquierda.
Mensaje otoñal que irrumpe en mi verano ravalero.
Dejà vu de algo que será.

Dejà vu de algo que será, dejà vu de algo que será, latía en mi mente. Poco tiempo después, descubro que esa hoja, además de quedarse aplastada en mi agenda, se quedó en mi inconsciente. Porque esa hoja seca tiene la misma forma que las miles de hojas que decoran las marquesinas retroiluminadas en la estación de metro Liceu (línea 3), estación que queda —como su nombre lo indica— enfrente al Teatro Liceu, cuya programación es exclusivamente de Ópera. Entonces, para mí, todo cobra sentido. Y ése es mi mayor regalo.

Nespresso_proceso_creativo

Boceto original del concepto creativo

Nespresso_03 Nespresso_02

agenda-y-hoja-seca

Boceto original del poema junto y la hoja seca que guardé



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